Edicion turca

Antes de su despedida de Teherán hacia Paris, se confía un sobre misterioso a la mujer joven, diciéndole que dentro habría una carta y un reloj. El sobre tiene que estar remitido a Anahita, residente en Paris desde mucho tiempo. La joven, que sufrió bastante de nostalgia de patria, sabe muy bien que algunas cartas llevan tristeza y lamento. Acaricia, huele, pero no abre el sobre marcado “A Anahita” que estuvo guardado durante años en la casa con aroma de rosas. Su encuentro con Anahita va ser un punto de retorno importante para ambas mujeres, obligándoles a confrontarse con las memorias que surgen de su pasado común.

Una noche tocan la puerta de la mansión de un matrimonio mayor mientras, por casualidad, o de hecho como de costumbre, su hija y nieta estaban de visita. De repente, se asoma el hijo mayor de la familia diciendo que lo estaban siguiendo por la calle y, a continuación, paran unos coches delante de la casa. Un grupo de hombres sin uniformes pero con aires de agentes bajan de los coches y preguntan dónde está el joven y comienza la inquisición y el cacheo. Los hombres no desordenan solo las salas, los armarios y cajones, las antigüedades de la casa, sino también la mente de los miembros de la familia y de sus mayordomos. Así empieza el lector a recorrer las reliquias de la familia con puertas que no solo dividen sino que también son para unir adyacentes, con jóvenes enamorados de sus vecinos coetáneos en condiciones imprevisibles, con trasfondos de la Revolución iraní y su repercusión, con la terrible guerra inmediata y jóvenes traumatizados y, sobre todo, con el historial detallado de la traición infame de la paramilitar Organización de los Muyahidines del Pueblo de Irán a su pueblo mismo…

El roman también proyecta un paralelismo en la sociedad turca por el eco del terrible asesinato del periodista intrépido turco Ugur Mumcu, en el comportamiento inapropiado de una profesora que traspasa la raya discriminando a la niña inmigrante en su clase de un colegio prestigioso de Esmirna.

La autora narra sus memorias en su habitación de hotel, por las calles históricas de Monmartre o de Champs-Elysées o su café favorito en París. También en los comercios de un viejo Armenio o de un anciano Judío en un antiguo barrio residencial de Teherán, sin que ella y Anahita se levanten de sus sillas en el café donde se encontraron. El roman se culmina con un fin no imprevisible pero sin duda inesperado.

“Yo abracé mi infancia y ella su juventud por delante de los ojos una ciudad ajena que se preparaba a quedarse dormida. Y después andamos hacia otros caminos. Parándonos cada pocos pasos para mirar hacia atrás, rezando por ser entre los poquísimos sobrevivientes, nos miramos, hasta que giramos unas esquina de unas calles, nos miramos.”

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